EDUCACIÓN SOCIAL EN POSITIVO

Diría que uno de los mayores retos que tenemos los profesionales de la Educación Social es: sembrar el cambio social usando la herramienta de la educación. Es la que engloba todos los contenidos que difundimos. Sin embargo, durante nuestra formación no le ponemos consciencia en la importancia de formarnos en un estilo educativo que vaya en consonancia con nuestras acciones. En coherencia. Con sentido. No hay una asignatura que nos enseñe a sacar el máximo potencial a la educación que damos, mediante un estilo positivo, que sí apoye, aliente y les capacite verdaderamente. En esto tenemos que ser autodidactas, por eso estamos aquí.

Después de éste enorme párrafo, te puedes preguntar: “¿Y qué es eso del estilo educativo? ¿Eso para qué?”

Un estilo educativo es el tipo de educación que tú has elegido para educar. Varios de los motivos principales por los que has elegido un estilo en concreto son:

  • Uno de ellos que decidamos elegir educar con el estilo que hemos sido educados nosotros y nosotras.
  •  Otra forma puede ser que hagamos un “copia y pega” de lo que nos enseñan los profesionales “más veteranos” de nuestro equipo. Motivado por: “siempre se ha hecho así”.
  • La última forma es replantearte adaptar ciertas herramientas a los avances científicos en estilos educativos que si apuesten por el cambio social desde el propio cambio del adulto para el bien del niño o la niña.

Tanto el primer motivo como el segundo, durante el proceso de educación, no damos cabida al cuestionamiento de que si lo que estoy haciendo realmente es en respeto mutuo o no. Sabemos que hay herramientas educativas como los gritos, los castigos, frases que dañan y hacen sentir mal al otro y, aún así, las seguimos usando. Los adultos tenemos la falsa creencia que para que las criaturas hagan caso, tenemos que hacerles sentir mal.

Ahora te planteo una cuestión de adulta a adulta: “Si tú estas con una persona que no te tiene en cuenta, que te hace sentir inferior y que, no valida tus emociones, ¿sigues a su lado o la apartas de tú vida?” Pues, ahora bien, los adultos lo hacemos con la infancia y adolescencia, y no nos replanteamos relacionarnos de otra forma. Parafraseando a Jane Nelsen te digo: “De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien primero tenemos que hacerlo sentir mal”.

¡Qué importante es la mirada con la que nos dirijamos a la infancia y adolescencia! Descubrir la Disciplina Positiva ha hecho que esto cambie en mí. La educación no es solo aquello que decidimos, ni las indicaciones que damos. Es mucho más. Es: cómo les hacemos sentir cuándo les hablamos; cómo les acompañamos; qué respeto les tenemos; cómo les orientamos con nuestros límites para que aprendan a convivir en sociedad. Y para mí, la más importante y la que considero que verdaderamente hace posible la transformación social queremos ver en la sociedad es: ¡Cómo transmites el sentimiento de pertenencia!

Alfred Adler concluyó que, como seres fundamentalmente sociales que somos, necesitamos pertenecer a algo (sentir esa conexión) mediante el sentido del propósito y la contribución. Quiero que descubras éstes sentimiento. El aprender a cómo transmitirlo y usarlo puede llegar a potenciar tus intervenciones socioeducativas. Adler también creía que a través del aliento (no confundamos aliento con alabanza o elogios), se puede acompañar a la persona a que experimente la necesidad de pertenecer y sentirse capaz de contribuir.

Les miramos con una mirada de superioridad, desde la autoridad y que te tienen que tener respeto por quién eres, o por simplemente ser adulto. Sin embargo, el respeto se gana. Se da. Se entrega. Me gustaría transmitirte la importancia de que mires más allá de un mal comportamiento. Creo que nuestra intervención se queda coja cuándo juzgamos lo que vemos y no estiramos para llegar hasta querer conocer la raíz que ha motivado a que el chaval o la chavala se sientan a sí de mal cómo para, incluso, hacerse daños a ellos mismos. Con la Disciplina Positiva se aborda tanto el comportamiento como la crecencia que hay detrás de éste. Se observa, se conecta y se busca soluciones juntos.

Sé tú primero el cambio en la educación que quieras ver en la sociedad. Parte primero del individualismo para contagiarlo a la sociedad. Para mí, una de las mayores carencias que tenemos en la educación es esto. El no poner el foco en aprender herramientas basadas en un estilo educativo que motive, cuide y respete a la persona. Tenemos en nuestras manos la oportunidad de desaprender para quitarnos esa creencia errónea de que con autoritarismo aprenden mejor; que con “una mano izquierda” siempre viene bien cuándo lo hacen mal. Con este tipo de prácticas, sin ser consciente, estás educando con pequeñas microviolencias que reproduces de “cómo se ha hecho de toda la vida”. Además, de que estás dañando el vínculo que os une, sin después, repararlo de una forma adecuada. Simplemente educando desde unas relaciones verticales, de superioridad sin dejar a que ellos puedan ser partícipes activos de la educación que reciben. Ahí está la clave. Tú les enseñas a gestionar sus emociones, a comportarse, a relacionarse. Y ellas y ellos deben de sentirse seguros y protegidos en un entorno de confianza en el que pueden hablar sin miedos y sin juicios. Dentro de la Disciplina Positiva no hay cabida para ello.

Por último, quiero concluir que lo que a mí me motivo a aprender a educar en positivo es replantearme mi forma de educar. Antes no creía que la mejor forma de educar era desde la ambivalencia del uso de un estilo autoritario a una permisivo y así. Ahora estoy aprendiendo a educar en positivo, con firmeza, amabilidad y respeto. Los entornos en los que trabajamos, llenos de exclusión y discriminación, necesitan mucho de esto para resurgir.

Concluyo: Es un continúo aprendizaje. Nada perfecto. Todo desde la imperfección del entrenamiento. No se crean criaturas de cristal. Se crean personas que se sienten con capacidad para contribuir, que se conocen.

“Se el adulto que necesitabas cuándo eras niño” Alejandro Jodorowsky. Ésta en tus manos.

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