
Ser educadora o educador social es una profesión apasionante, pero también exigente. Pasamos el día acompañando procesos, sosteniendo emociones y lidiando con situaciones que a veces se nos quedan dentro más de lo que nos gustaría. No es raro terminar la jornada sintiendo que llevamos una mochila cargada de historias, preocupaciones y responsabilidades que, si no aprendemos a gestionar, pueden terminar pesando demasiado. Por eso, el autocuidado no es un lujo ni un capricho, es una necesidad si queremos seguir haciendo bien nuestro trabajo sin quemarnos por el camino.
Nos han enseñado a priorizar a las personas con las que trabajamos, a implicarnos y darlo todo, pero pocas veces nos han hablado de la importancia de ponernos en la ecuación. Nos volcamos en las personas a las que acompañamos, pero ¿qué pasa con nosotras y nosotros? Parece que si no estamos al borde del agotamiento, no estamos haciendo lo suficiente. Yo misma he llegado a mi casa miles de veces exhausta, sin ganas de nada, tan solo de poner Netflix, una serie que no me haga pensar, y ni un poquito de intención de hacerme la cena, darme un baño o preguntarme a mi misma “¿qué tal el día Lucía?”. Y eso es peligroso, porque sin darnos cuenta, podemos caer en dinámicas donde normalizamos la sobrecarga, la culpa y la autoexigencia desmedida donde descuidarnos es la banda sonora que nos acompaña.
Otro punto que me parece realmente importante en melón del autocuidado profesional y personal es nuestra propia autoestima (personal y profesional, valga la redundancia) es clave para no caer en el síndrome de la impostora, esa voz interna que nos dice que no sabemos lo suficiente o que no estamos a la altura. Si no trabajamos en ello, podemos acabar sin aliento, dudando de nuestra valía y, lo que es peor, con el famoso síndrome del burnout llamando a la puerta. Esto es lo que más he experimentado cuando dejé mi trabajo por cuenta ajena y empecé el emprendimiento, aquí comprendí lo importante de la autoestima en nuestra profesión, me di cuenta, y valoré a posterior, que en mis anteriores trabajos mi autoestima profesional había brillado por su ausencia también; un poco mezclado por “aun te queda mucho por aprender”, junto con la invisibilidad de nuestra labor y el poco reconocimiento que tiene. Si la Educación Social tiene poco reconocimiento en esta sociedad, por lo menos invertir tiempo en reconocernos a nosotras y nosotros mismos debería ser una tarea fundamental, porque somos muy valiosos.
No podemos hacerlo todo solas y solos. Por mucho que nos apasione lo que hacemos, somos humanas. No somos máquinas de acompañar procesos ni solucionadores de problemas incansables. Y aquí viene otro punto importante: la necesidad de rodearnos de profesionales que nos entiendan, con quienes podamos compartir nuestras experiencias sin miedo al juicio. Contar con una red de apoyo de colegas de curro que sepan lo que es estar al otro lado es fundamental. Porque, seamos sinceros, ¿a quién no le ha salvado una charla desahogo con una compañera después de un día difícil? Tener espacios seguros donde podamos hablar, compartir y sostenernos mutuamente nos ayuda a sobrellevar los momentos más duros y a recordar que no estamos solas ni solos en esto.
También necesitamos nuestras propias herramientas de gestión emocional. Trabajamos con situaciones complejas, con historias que a veces nos tocan en lo más profundo, y si no sabemos cómo manejarlo, terminamos acumulando un desgaste enorme. No basta con decir «no te lo lleves a casa», porque sabemos que hay historias que se nos quedan dentro. Pero sí podemos aprender a poner límites, a desconectar, a encontrar nuestras propias estrategias para cuidar de nuestro bienestar sin sentirnos culpables por ello.En los años más duros, como en la pandemia, cuando trabajaba en una residencia, vimos y vivimos de todo, hoy por hoy me pregunto qué hubiese sido de mí sin el equipo, sin esos momentos de desahogo, sin esa red de apoyo que me recordaba que, aunque a veces nos sintamos superados, no estamos solos en esta profesión. No se trata de ser héroes ni heroínas, sino de hacer nuestro trabajo de la mejor manera posible sin dejarnos la piel en el intento. Porque para poder sostener a otras personas, primero tenemos que aprender a sostenernos a nosotras y nosotros mismos. No siempre es posible tener esto dentro del propio ámbito de trabajo donde a veces todo son prisas, llegar a tope a finalizar la semana, una lista interminable de tareas y a veces queda poco tiempo para hacer piña con tus compis de curro…por eso, en EdusoTV queremos ofrecer un espacio así, un lugar donde podamos cuidarnos, compartir y aprender a sostenernos en el camino. Y estamos trabajando para dártelo dentro de no mucho, no te pierdas nuestras redes sociales donde hablamos de todo.
